Miraba, sobretodo por si ella miraba mientras la miraba. Ella miraba poco, me pareció ver que acercaba la vista como de pasada, casi de reojo, tal vez fuesen suposiciones mías, que imaginaba que miraba por si miraba yo o, por qué no, miraba para mirarme.
Yo la miraba tanto para mirarla como por si me miraba, y que una mirada suya la pudiese entender en clave afirmativa, como una señal para que sin dejar de mirarla me fuese acercando y poder mirarla más de cerca, para acercarme y decirle que por mucho que lo intentase no podía dejar de mirarla. Me había convertido en alguien demasiado romántico.
Ella, creo, miraba de queda, bajito, disimulando. Yo miraba embobado, casi babeante. Esto era peor, no me estaría convirtiendo en un pobre baboso de aquellos que hacía unos años me repateaban por intentar ligar por medio del halago o la adulación.
Intenté sonreír, pero noté el labio superior rígido e imaginaba mi cara con un rictus de felino más preocupado por lanzarse sobre su presa que por agradar.
Dejé de sonreír, me sorprendí moviendo la pierna de arriba a abajo ritualmente, que temí que ella tomase como nerviosismo y entonces perdería cualquier posibilidad del éxito del que pudiese tener si lograba parecer un tipo interesante.
Hacía años, cuando estaba entrenado en estos lides y tenía la suficiente autoestima como para que no me preocupasen los fracasos, me hubiese acercado sin más y una vez a su lado ya no tendría más remedio que decirle algo. Ahora no, estaba seguro de que si me acercaba cuando llegase a su lado solo sabría disculparme por intentar molestarla y me alejaría sin tan siquiera esperar a que ella actuase de alguna manera, positiva o negativa. Me había convertido en alguien demasiado correcto.
Necesitaba una estrategia, un pretexto coherente para acercarme, me puse a pensar, podría decirle tantas cosas, y todas verdad: - Eres tan bella, - Eres lo mejor que he visto en los últimos tiempos, - Tus ojos me cautivan, - Me tienes hechizado.
Me parecía un descaro ser tan directo, debería hablarle en tono no personal, algo así como: - Me parece conocerte de algo y por eso me he estado fijando en ti, - Te recuerdo de coincidir el año pasado en este mismo sitio, - Te conozco de verte en Madrid por el centro. Todas esas tonterías que se podían decir a alguien que quieres conocer.
Estando en mis pensamientos me olvidé de mirarla, estaba distraído. De pronto me sorprendió una voz que me decía:
- Tienes un cigarrillo, por favor.
Miré y ... quise morir. Sentí un gran sentido del ridículo, me había convertido en alguien demasiado complicado.
Era ella.
Mi tiempo había pasado, ahora había Internet.
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