Busqueda de la facultad del ingenio en la poco sencilla creatividad cómica

La risa es la auténtica medida de la felicidad.



viernes, 30 de diciembre de 2011

Curso avanzado para pastores descarriados

Cuando vi el anuncio en las páginas salmón en la sección “Nueva economía” pensé que el título era un eufemismo de un curso para ejecutivos estresados y, en realidad, se trataba de unas jornadas relajantes en el campo con paseos bucólicos y gran compañerismo; lo que entraba en mis necesidades actuales de formación: algo relajante en donde empezar a desaprender poco a poco aquellos estímulos a la competitividad que he estado desarrollando desde el parvulario.

-          Tres días de sosiego- pensé.

Cuando llegué a la sala de clases con un cuarto de hora de antelación a la hora de comienzo me extrañó que el aula ya estuviese llena y que los ocupantes de unas sillas individuales con apoyo para escribir mostrasen poca comunicación entre ellos.

-          Será el madrugón- me dije.

Según me acomodaba en una silla del pasillo y por el centro se iba completando el aforo.

-          Que éxito para ser una chorrada de curso- y me volví a equivocar.
-          Oye, puedes poner tu silla un poco hacia delante- me dijo el gigantón del asiento de atrás, tras clavarme la rodilla en el trasero según me sentaba.
Intente echarme hacia delante pero una rubia imponente se volvió hacia mi con cara de pocos amigos con casi rozarla.

-          Puedes colocarte un poco hacia atrás, apenas tengo espacio- le dije al de detrás un gesto de suplica.
-          Haber llegado antes- me espeto secamente.
-          Ascuas, seguro que otra vez me vuelven a negar los apuntes como en la Universidad- pensaba.

Me eché hacia el pasillo que era el único hueco que quedaba libre.

-          Dejen el pasillo expedito- dijo el profesor tocando ligeramente mi respaldo, al sobrepasarme para llegar al estrado.

No le hice caso, para algo había pagado 800 euros, el problema era de organización.

El profesor comenzó con una pequeña introducción sobre los objetivos del curso:

“Si el curso básico trataba de enseñar a manejar el rebaño, este curso avanzado pretende marcar las pautas para el manejo individualizado de los miembros del rebaño y, sobretodo, para no perder la dirección adecuada en el control del conjunto sin dispersarse de los objetivos generales”.

-          Toma ya, vaya complejidad, esto promete sangre sabia- me dije, sorprendido de no haber acertado en la elección de mis intereses formativos.
-          ¿Alguien tiene una pregunta, antes de empezar?- dijo el profesor, esperando que nadie hiciese uso de la palabra.

Cuando iba a continuar hablando, me armé de valor y le espeté a viva voz y levantando la mano, antes de que continuara:
-          Sí, quería preguntarle sobre la idoneidad del título del curso, las desarraigadas serán en todo caso las ovejas, no los pastores.
-          Se nota que usted no hizo el curso básico y se pierde en la semántica, este es un curso para que los pastores “económicos” no se salgan de la ortodoxia, nadie piensa en ovejas ni en borregos – salvo la asistencia de algún alumno- este curso va dirigido a expertos financieros.
-          Ya, pero yo soy ingeniero agrónomo- le dije cepillándome el frontal del jersey con ambas manos.
-          Lo que mal empieza mal acaba, hágame caso y olvídese del sector primario, es muy poco rentable.

Me senté abatido, no me esperaba un corte tan primario y prepotente.

No pude seguir atendiendo, menos mal que a la hora hubo un parón para desayunar.

Me fui a la cafetería y me pedí un café doble en la barra. Estaba llena, pero dejaron un hueco a mi lado y sentía como si sus miradas fuesen adustas o distantes. Supe entonces que había traspasado alguno de los topes infranqueables.
Volví al aula e intenté sacar algún provecho de la asistencia, sin embargo no podía saber de que se estaba tratando y sobre lo que se decía me despertaba nulo interés.

- Lo que no me explico es como voy y van a llegar el tercer día, un curso sobre la negación de la heterodoxia económica no puede dar para tanto- me preguntaba buscando una razón para continuar esforzándome en integrarme y rentabilizar la asistencia.


Cuando llegó la hora de la comida fui a la recepción y anulé mi reserva.

Daba por bien aprovechados los 800 euros y los 200 de penalización de la  anulación de la reserva de hotel. Ganaba dos días y medio, y, sobretodo, no me consolaba volver a ser el borrego que ya fui en mi juventud, aunque fuese descarriado.

A veces se gana lo que no se pierde.

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