Cuando empezó a haber dos tipos de televisiones, todos se las prometían muy felices.
La televisión en abierto disponía de un montón de canales de todos los tipos y colores. Hasta había canales sin publicidad y emitían las películas sin cortes.
Los que veían los canales de pago se sentían satisfechos de poder elegir entre un sin fin de canales temáticos de todo tipo de gustos y sensibilidades, con una calidad siempre muy superior a un precio asequible a cualquier bolsillo con posibles.
Luego vinieron las crisis, con sus traspasos de canales en abierto al computo de los de pago, el incremento de los precios de los sistemas de pago, y el aumento desorbitado de la publicidad en los canales en abierto, hasta hacerles insufribles o a fuerza de paciencias con memorias de elefante para recordar el hilo de la trama en un océano de cuñas publicitarias.
La cantidad de personal que no podía permitirse el pago en dinero o en tiempo aumentaba de forma considerable en aquellos malos tiempos que ya parecían eternos. Las gentes abiertas recuperaron los olvidados hábitos de la lectura y de tocar instrumentos musicales en grupos improvisados; y con el tiempo se recuperaron las costumbres de reuniones de lectura con acompañamiento musical, conciertos domésticos gratuitos, reuniones gastronómicas con músicas e historias de aventuras reales o ficticias para todos los gustos y aficiones.
Esas reuniones dieron lugar a asociaciones para editar de forma doméstica sus composiciones y los libros que ellos mismos escribían, que iban pasando de mano en mano hasta desgastarse e incluso tener que empastarlos de nuevo.
Al principio, estas gentes que se consideraban excluidas de los privilegios que representaba el progreso técnico y científico fueron tomando conciencia de que su forma de vida sencilla tenía sus ventajas: la gente se divertía a mogollón bailando y cantando, contando chistes e historias, riendo y soñando, amando y ayudando a los demás. Eran felices. A su parecer cualquier tiempo pasado fue peor.
Un buen día sin previo aviso descubrieron que de nuevo había vuelto la televisión en abierto, gratuita, con un montón de canales de todos los tipos y colores, sin publicidad y con las películas sin cortes.
¡Ohh nooo!, ¡otra vez la televisión no!
A la cueva acolchada.
Que he hecho yo para merecer tanta televisión, si con dos canales buenos me sobra dedicación:
Al principio parecía grandísimo invento.
Y lo es, no digo que no sea estupendo.
Por su rápido incremento: acaparador,
Con su poder devora todos los cuentos.
Nada más conocerse fue gran revuelo.
Con tan solo un canal todos contentos,
Toda la familia se reunía en el salón
Y comentaba lo que veía en aquel cajón.
Luego sacaron el canal dos, UHF valor,
La familia en eventos evitaba discusión
El culmen fue cuando se puso el color.
Y el horario ampliaban cada tres por dos.
El invento fue aumentando su seducción,
Que hasta se hizo un manejo tan ordinario
Que se puso de moda en pueblos y barrios,
Hasta pagando algo, el video comunitario.
Con las cadenas privadas, tan espabiladas,
Las ofertas se multiplicaron, la unión se truncó,
Aumentan las peleas por gustos de elección.
Y en vez de un aparato hubo que poner dos.
Con el mando a distancia mejoro el confort,
Sin moverte se cambia sin necesidad real,
No centrarse aumenta la insatisfacción
Y sin darte cuenta has cambiado el canal
Ahora con el TDT ha mejorado la visión
Aumentando los canales a mogollón
No se da abasto para ver lo que eliges
y el zaping no para de hacer infelices.
Muchas cosas se quedan en el tintero:
Teleclub, el cable, Internet, el pirateo,
Autonómicas, locales, el fútbol, dinero,
Pero eso es avispa de otro avispero.
El futuro, con esta crisis, no hay quien lo pare,
el que quiera aburrirse que se lo pague.
Siglos de cosas sencillas
que siempre funcionaron
contadas a luz de velas
las técnicas destrozaron.
Yo no merezco tanto, lo saben,
me pondrán una cuota, lo se.
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