La partida estaba perdida para ambas partes. Y ambas partes
lo sabían.
El juego se había alargado demasiado, demasiadas jugadas, cambio de reglas, negociaciones con terceros fuera de partida, demasiados intereses.
Se pasó de la unanimidad absoluta y confianza en el grupo a que cada jugador fuese a lo suyo y minimizar sus pérdidas. De fiarse del otro a evitar que los futuros errores no perjudicasen la cuenta de resultados propia. Para pasar a la fase actual de jugar al “salvase el que pueda o lo que se pueda”.
El juego se había alargado demasiado, demasiadas jugadas, cambio de reglas, negociaciones con terceros fuera de partida, demasiados intereses.
Se pasó de la unanimidad absoluta y confianza en el grupo a que cada jugador fuese a lo suyo y minimizar sus pérdidas. De fiarse del otro a evitar que los futuros errores no perjudicasen la cuenta de resultados propia. Para pasar a la fase actual de jugar al “salvase el que pueda o lo que se pueda”.
Llevaban siete años de malas jugadas, cada jugada
contradecía a la anterior y ahora todo parecía una huida hacia adelante. Los
errores de cálculo se unía a los excesos de corazón: el año que viene nos ira
mejor la partida, a finales de año esto se va a arreglar. Cada vez la apuesta
era mayor y había más en juego.
Al final la partida se había encebado con el peor jugador y esta partida de muchos contra pocos se convirtió en todos contra uno, contra el mas pequeño y más endeudado de los que podían perder sin que saltase la banca.
Al principio se pudo llegar a un acuerdo honrroso con los pequeños perdedores, pero eso podía significar que los grandes se quedasen sin cobrar gran parte de lo ganado.
Cada cual que aguante su vela y ponga rumbo a su barco, decían mientras daban golpes de timón.
Al final la partida se había encebado con el peor jugador y esta partida de muchos contra pocos se convirtió en todos contra uno, contra el mas pequeño y más endeudado de los que podían perder sin que saltase la banca.
Al principio se pudo llegar a un acuerdo honrroso con los pequeños perdedores, pero eso podía significar que los grandes se quedasen sin cobrar gran parte de lo ganado.
Cada cual que aguante su vela y ponga rumbo a su barco, decían mientras daban golpes de timón.
Por no perder un juego o un jugador se postergó el final que toda partida debe tener en plazo, pero cuanto mas dinero había en la mesa de juego más difíciles eran las soluciones y mas alejado se veía el final.
Se jugaba ya tanto que se estaba en la posibilidad del default total en cascada si no ocurría algo que lo solucionara. los jugadores todos debían tanto que debían hasta de callarse por responsabilidad en las culpas de haber dejado que la partida se pudriese.
Las soluciones solo aprecian verse si se seguía jugando y los malos jugadores empezaban a jugar mejor su partida particular.
Se jugaba ya tanto que se estaba en la posibilidad del default total en cascada si no ocurría algo que lo solucionara. los jugadores todos debían tanto que debían hasta de callarse por responsabilidad en las culpas de haber dejado que la partida se pudriese.
Las soluciones solo aprecian verse si se seguía jugando y los malos jugadores empezaban a jugar mejor su partida particular.
De nada sirve quejarse, decían unos; de nada sirve no
hacerlo, decían otros jugadores.
Alguien propuso escenificar un teatrillo y abandonar la
partida ordenadamente, mas se dieron cuenta enseguida que no resultaría ni
creíble ni era conveniente.
Un veterano propuso una gran pelea como esas de catch boxing que se
ven en televisión y que da la impresión de una pelea de espectacular arrojo pero que se
juega a otra cosa en función de la espectacularidad en sí misma.
Eso. Todos de acuerdo. Preguntar o no preguntar, esa ya no era la cuestión.
Uno preguntó: qué preguntar. Lo tomaron por torpe.
Convocaron una pregunta para que el público decidiese si
continuar con las reglas de la partida que no estaban fijadas o cambiarlas a
otras reglas que no se especificaban cuales.
Bien, todos de acuerdo, se convocó el referéndum.
Todas las esperanzas se basaban en el resultado, fuese el
resultado que fuese la partida tomaría nuevos aires.
Si sale si, gano yo, si sale no, pierdes tú; decía uno de los
veteranos.
Hágase la luz y el ambiente ganó en decibelios. Ruido, mucho
ruido.
Pierda quien pierda, ganaremos todos; decía un jugador recién
llegado.
Es la pregunta de mi vida. De nuestras vidas.
Daba igual el resultado, la partida ya estaba jugada.
Pero había que seguir jugando.
Daba igual el resultado, la partida ya estaba jugada.
Pero había que seguir jugando.
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