En el día de su homenaje de jubilación, mientras que pomposos discursos en su honor sonaban rimbombantes, el hasta entonces catedrático de estadística se extrañaba de acordarse en aquellos momentos del propietario de Tejidos Farruco una tienda de modas de su barrio de toda la vida que al enterarse de que lo habían nombrado adjunto a catedrático en la universidad, le contaba en confianza, para demostrarle que él también era muy listo, como antes de las temporadas de reducción de precios subía los artículos un poco antes en el mismo porcentaje que iba a reducirles.
- Así todo queda en casa.
- ¡Muy cuco, Farruco!, recordaba que le contestó para salir del paso a la vez que le daba un toque en el hombro ponía píes en polvorosa para no volver a comprar ante menudo espabilado.
En un repaso a sus antiguas vivencias el homenajeado, durante aquel tedioso discurso del Delegado de Cultura y Universidades, empezó a recordar aquel día de su último curso de bachillerato en el que reflexionaba sobre las bases numéricas del sistema algebraico, enlazando este complicado sistema con lo que entonces era en sus conocimientos poco más que un título con la muy en boga “Teoría de la Relatividad” de Albert Einstein, y entendiendo que, en efecto, todo, todito, es relativo. Pensando que en la suma de 2 y 2 en la base algebraica de 10 dígitos es 4, pero si fuese en base 3 (sistema ternario) el número 4 no existe y entonces sería 2+2=11.
Así, si solo existen los dígitos 0, 1, y 2, las cuentas son las siguientes: 1+1=2; 1+2=10; 2+2= 11; 1+2+2= 100; 2+2+2= 101. Y así sucesivamente.
No hace falta introducir la muy veloz “velocidad de la luz” para entender la relatividad de la vida y hacer caja de paso.
En la misma línea de pensamientos erráticos rememoraba aquella frase que le espetaba bajo cualquier pretexto un compañero en la mili y que tanto le persiguió después de elegir profesión: “hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas”. Como todas las grandes mentiras aquella frase tenía algo de verdad, y una estadística en manos de alguien avispado hace que si uno no tiene coche y su vecino tiene dos coches pueda parecer que estadísticamente tenga un coche cada uno, pero no es estadística. Así, cuando aprobó la cátedra puso en un rincón de su despacho esta otra frase: Mentiras, Grandes mentiras y Parcialidades estadísticas.
Cuando el cuco de Modas Farruco volvió a pasar por su mente, el homenajeado se preguntaba solemne:
- Por qué me acordaré tanto de Farruco el día de mi jubilación.
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