Busqueda de la facultad del ingenio en la poco sencilla creatividad cómica

La risa es la auténtica medida de la felicidad.



jueves, 29 de marzo de 2012

El estado de la Desunión

Lo tengo fácil, muy fácil, nunca tuve un discurso tan fácil por delante.
Simpatía Fraternativa me ha encargado que prepare el discurso de defensa de la Unión en el Debate del estado  de la Desunión. Nunca lo había tenido tan fácil.

La Asamblea de la Desunión, antigua de la Unión, permanece abierta por el impulso que le dimos los partidarios de la unión, aunque su actividad asamblearia es más bien testimonial, ya que los Foros de Balneario nos han ido restando protagonismo.

Sin mucho despliegue retórico lo tengo fácil, solo tengo que destacar los altos valores de la unidad: la concordia, simpatía, solidaridad, ayuda, el apoyo; o emplear los atributos robustos de la fraternidad: como la bondad, la ternura, la amistad, la paz; u otros recursos de la vida apacible, como la humildad, la sencillez, la armonía, la sobriedad o las parcas costumbres de la lectura o la meditación; o recordar las historias de la historia en las que se progresa cuando los estímulos generales altruistas se ponen al servicio de la sociedad y se fracasa cuando la sofisticación lúdica lleva al declive.
Fácil pongo de contrapeso a las replicas anticipadas a las reducciones hipotéticas del confort y la seguridad, contraponiendo dialécticamente como los materialismos inconmensurables, se debaten en estériles lemas invisibles o negacionistas que solo llevan a la destrucción del clima y ponen en entredicho la garantía de futuro: la avidez, el lujo, el sibaritismo, el poderío, la imposición, la competitividad,…


Exponiendo que el egoísmo, la codicia, la envidia, la soberbia, etc., son un peligro incluso para sus mismos valedores. Algún día la tensión les impedirá avanzar. Echarán la culpa a otros, pero todos sabrán que sin el mutualismo y las sinergias no se puede aspirar a encontrar un mundo mejor. Cualquier atasco será el último, el final. Bueno, el penúltimo, para no ser apocalíptico.

Arremetía que lo que los desunionistas llaman la indolencia ajena es realmente implicación natural, nadie debe acaparar cosas que no necesita, siendo esos indolentes los que aportan las plusvalías, los que pagan los impuestos, los que no se esconden o evaden a la hora de arrimar el hombro.

Mientras terminaba el discurso, ensayaba sobre el sueño esperanzador de que los unionistas volverían a ser influyentes y aseguraba que el propósito unionista ganaba capacidad de convicción y las aguas tranquilas de la racionalidad volverían a su cauce.

Para acabar clamando que éramos capaces de volver a generar ilusión, de aunar esfuerzos, a caminar juntos por los senderos del afecto y la simpatía, por celebrar todo lo que nos une y olvidar las menudencias que nos dividen. Teniendo como meta concebir grandes esperanzas en nuestro proyecto con una formula que satisficiera a todas las partes.

El discurso me quedó impecable. Cuando expuse el ensayo en la sede el auditorio parecía enloquecer de alegría.
Al día siguiente me encaminé hacía la Asamblea, que permanecía abierta solo en los días con actividad, en los últimos tiempos de gran aceptación por el impacto que dejaban a sus nuevos usuarios: Almuerzos de trabajo para ejecutivos improductivos y Cursos de ocio para dirigentes desmotivados le habían mantenido con un buen nivel de uso.

Cuando llegué, la puerta estaba cerrada y habían colocado un cartel que indicaba lo siguiente:
Se suspenden las actividades programadas por incompatibilidad horaria con la nueva programación televisiva con ocasión de la final de la Championships.

Fácil, alguien sí que había tenido fácil la elaboración del discurso.


Ayer mientras trabajaba
Con el almuerzo a la vista
Soñaba que descansaba
Y ya no era mileurista.

Si renuevan mi contrato
Y no me bajan el sueldo
Voy a ese burguer barato
Y vaya que sí lo celebro.

domingo, 18 de marzo de 2012

La inevitable otredad del ser ( o no ser )

La otredad es un síndrome que consiste en querer ser otro o ser diferente a como se es.
No es una dolencia rara o minoritaria, más bien al contrario: la padece tanta gente que los expertos la consideran normal, aunque es muy problemática e insatisfactoria.

Confieso: Sufro de otredad en silencio. Y sin que se me note al sentar.

Me siento solo con mi problema, una vez, le dije a mi médico de cabecera que me gustaría ser mejor persona, él me soltó: - Anda, anda, …si tú ya eres muy majo, sigue así, no cambies nunca.

Otra vez le dije a mi madre que querría ser Bras-Pis, y ella con enfado me contestó << y a mi Nancy-Popó, >>. Luego le dije a mi padre que quería ser astronauta como Pedro Duque, y él me dijo: << Déjate de aventuras, te prefiero de Mario Conde, aunque acabes en una biblioteca en Alcalá >>.

He sufrido por no poder parecerme a mis ídolos, que han sido consecutivamente: Braguetazarín cuando pilló infantado, Saquirio Pillé y David Triunfamante, por lo bien que supieron elegir a sus parejas.  
Otros, como: AnonyMouriño, Ladio Gagán y Budisto Rompecaldo.
Y no me consuela saber que todos ellos a su vez, en algunos momentos, sueñan con ser Tyger Messilio.
Otredad de muchos, consuelo de bobos.

Me gustaría ser más alto, tan alto como la luna, para ver los partidos de Cataluña. Y tan chulapín que fuese al palco de Chamartín.
Fuerte, como Sansón. Alto y guapo como Marc Gasol.
Veloz, y ganar en cien metros a Usain Bolt.
Alegre como David el Gnomo y vivir en bosques y defender selvas verdes.
Grande, como el corazón de los voluntarios.
Libre, como el espíritu del nómada.
O Toula Lán, y que me dediquen entradas en los blog. Eh, Jos.

Yo quiero ser otros y otros quieren ser otros. La vida es larga y la autocomplacencia no dura más allá de la sensación de posibilidades circunstanciales y autoengaños colectivos – yo…para mi edad, nosotros los del Barsa,…- .

La inevitable otredad del ser. Otras personas, de otra clase, de otro lugar, de otro talante, de otra actitud, de otra época, de otro estado, de otras relaciones. Son mejores que yo.


Aunque pienso que no me define lo que quiero ser, sino más bien lo que no quiero ser:

-         No quiero ser una mala persona ni amparar a ninguna de ellas.
-         No quiero ser un resentido por algo que no he sufrido. Ni olvidar el desvarío olvidacionista.
-         No quiero sacar al simio que llevo dentro ni al pijo que se lleva fuera.
-         No quiero ser ajeno a mi pasado ni esclavo de mi futuro.

No quiero ser Braguetazarín, ni Paquito Delalma Amiguito, ni Luis Cabroncete, ni Mario Condestable, ni Conere Errekerre,  ni Yotambien Loaría. No porque hagan lo que hacen – si es que hacen – sino por romper la confianza de los confiados.

Se que mí sino es un libro abierto:
Pierda quién pierda, yo siempre gano.
Gane quién gane, yo siempre pierdo.

No me lleva la corriente si estoy despierto,
Aunque pase la puerta con el pie izquierdo.