Busqueda de la facultad del ingenio en la poco sencilla creatividad cómica

La risa es la auténtica medida de la felicidad.



miércoles, 24 de diciembre de 2014

Ahí me veo feliz como una perdiz tomando un anís

Ahí me veo yo, en el aeropuerto de Málaga como un cromo, con los pantalones caídos, la cara encofrada entre la alegría de llegar al fin a la meta con una sonrisa arrancada y la “V” que recalca un “al fin”, y el manifiesto cansancio de un regreso agotador, un sombrero en solfa, un carrito con el equipaje y encima esos abrigos que un verano en Los Alpes no puede dejar encerrados.
Al llegar al aeropuerto de Múnich tras cuatro horas en una furgoneta “transfer” que llegó a estar parada en una calma chicha de un desastre bávaro.
-      Que catastrófe, que ca-tas-tró-fe, decía en conductor Hindú de la furgoneta.
Los bávaros deben estar acostumbrados a esta circunstancia de que la autovía que une Munchen con su aeropuerto se colapse en cuanto haya un accidente múltiple y no se oye ningún toque de claxon y ni tan siquiera hacen nada para que la situación mejore, ni un solo guardia en todo el trayecto en el que se avanza a paso de tortuga intermitente y en el que solo los foráneos parecen que intentan avanzar por el andén de la derecha(es nuestro caso).
Cuando pasamos a la altura del accidente solo había sanitarios y bomberos que habían abierto un carril auxiliar fuera de calzada y que por ello se empezaba a mover el atasco.
En el aeropuerto de Múnich hay un silencio inusual y una tranquilidad desconocida para un establecimiento de estas dimensiones y actividad. Todo parece programado para que si pierdes el vuelo por circunstancias sobrevenidas te encuentras más perdido que una cabra en un garaje y si elevas un poco la voz te sientas observado como una rara avis por los transeúntes; así es que te sientes en el vacío, te mandan a las ventanillas de venta de billetes de última hora que tanto ellas como por internet te piden un precio que ya consideras subido y que cada vez que consultas sube más y más.
El guía español cuando nos despedimos dos días antes me había dicho que en Múnich apenas se veían policías, que (lo que luego sucedió) podía suceder que “en cualquier accidente se bloqueara la autovía y se montaba cada pitoste de mira y no te menees” y me aconsejaba que saliese del hotel con tres horas de adelanto sobre la salida del vuelo. Le hice caso, pero el retraso fue mayor y no pude coger ese vuelo ni el siguiente. 

Al final la agencia de viajes de Málaga se ocupa y consigue vuelo y hotel en Madrid con billete para vuelo a primera hora de la mañana para poder regresar al día siguiente (ni hablar de recuperar los múltiples euros de gastos añadidos).


Feliz, me veo feliz como una perdiz tomando un anís. Como en casa en ningún sitio ni de perfil.

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