Busqueda de la facultad del ingenio en la poco sencilla creatividad cómica

La risa es la auténtica medida de la felicidad.



domingo, 20 de octubre de 2013

En Delfos en busca del oráculo

Ya el día anterior, de camino a Delfos, buscaba respuestas a mis vacilaciones, en espera de que apareciese una respuesta sin emitir una pregunta concreta; según la respuesta ya podría adivinarse la pregunta o con la respuesta va la pregunta a la que se podría estar contestando.

Buscaba respuestas a preguntas que estaban por definir, por concretar: quiero saber, pero qué es lo que deseo saber…deseo saber tanto…pero, hay cosas que no quiero saber. Extendido tengo el temor a que se cumplan los deseos y que se puedan volver en contra.

 En lugares mágicos en los que las diferentes civilizaciones que pasan por allí van colocando sus templos sobre las piedras de los anteriores – esta civilización recoloca las piedras caídas y envía a miles de turistas o curiosos-, mi organismo, con respeto ancestral y curiosidad mítica, sentía de forma consciente la curiosidad: es algo, algo es, algo pasa ¿qué es?, ¿qué pasa si pasa? 

No es cuestión de fe en el mito, es una necesidad de saber más o antes; algo como la influencia de la luna o la presión de las nubes cargadas de energía que algunos sienten como les aplatana; luego, fenómenos ajenos se llevan las culpas de lo inesperado nos suceda. Los astros indican, pero no obligan.

En Delfos, el oráculo es la respuesta que dan en el santuario las pitonisas, y la inspiración es la gracia que aportan las musas en el Parnaso  Apolo rige el santuario y el Monte Parnaso es habitado por las Musas. Había que ir con sanas intenciones de saber más, con toda la humildad de un ser  pequeño y vulnerable.

En la subida parecía yo estar en otra cosa, no sabía a dónde iba, me deje arrastrar por la masa, permaneciendo abotargado.
Nos paramos para ver las esplendidas vistas del valle, antes de llegar a las columnas que indicaban un lugar importante, mas mi preocupación era mayor, en apariencia, por colocarme bajo una sombra que me protegiese del sol de mediodía que de informarme sobre que era o que representaba todo aquello.



En uno de aquellos muros reconstruidos me senté en el suelo, en la tierra, los paseantes y compañeros de viaje sonreían y comentaban mi apalancamiento, alguien me hizo una fotografía que es la más representativa de lo que me estaba pasando, estaba en el muro de la entrada del Templo de Apolo y santuario de Delfos. No pasé de la entrada, estaba cansado. Había que subir a ver el Teatro y al Stadium, pero no me apetecía ver nada más.
No fotografié el templo en su totalidad, pues no era consciente de lo que aquello era, parecía que estaba en otra cosa, el turismo no era mi asunto. Aunque había preparado que cuando llegase solicitaría un oráculo, ni me enteré que aquel era el momento, que estaba allí.
Me dijeron que subir al Stadium llevaría 30 minutos y que la conservación de las ruinas no era buena en comparación con el Teatro de Epidauro o del Estadio de Olimpia, ya vistos, por lo que bajamos con el pretexto de ver las ruinas de la Thula, vista frustrada por culpa de una cerveza fresca en el bar del aparcamiento.

Tal vez, el oráculo definió su mensaje, cuya interpretación, que hice en aquel momento ya sereno mientras refrescaba el gañote, sería que: “No es tan importante llegar o pedir, si no que había que estar a la sombra fresquito y proveerse de filtros que protegiesen de la radiación solar”.

Por la noche la súper Pitonisa aclaró su oráculo:

“Si encuentras una muralla en tu camino, en vez de superarla, planta un jardín delante de ella”.


Aquella misma mañana empecé a planear como elegiría el lugar para plantar el jardín y como me las ingeniaría para desbrozar y arrancar las primeras piedras del huerto.

Sabía que no sería fácil.