Ayer escuchaba con curiosidad en el bar:
“ El botellón lo inventamos yo y mi primo que los jueves nos bajábamos a la plaza con unas birritas fresquitas y luego nos pasamos al cubata.
- Hombre, será mi primo y yo, ¿no?
- Es verdad, vosotros también veníais, pero la idea fue mía".
Vayamos por partes, si pones en Guugle: inventor del Botellón, se obtienen 190.000 entradas de otros tantos máquinas que se auto erigen en inventores del invento.
Hay casi tantos inventores como botelloneros de más de 25 años.
Ahora bien, beber en la vía pública colectivamente como cualquier gran invento tiene unos antecedentes y unas viejas glorias que marcaron el camino a realizar.
Los hombres primitivos, angelitos ellos, se cogían unos cabreos descomunales cuando se les alcoholizaba el vinagre, hasta que llegó un listo con sed y los descomunales fueron otras cosas. Como botelloneros bebían colectivamente en cuencos de madera donde echaban la fruta fermentada. La botella vino después con el vino. Después vino Pepe Bonaparte que paradójicamente era abstemio y no le daba a la botella a no ser que fuese de apellido.
Después vino la bota de vino que la gente se llevaba a cualquier acontecimiento social, sobretodo rural, y compartía alegrías de forma higiénica, aunque chivata, porque al final se llenaban las camisas de manchas granates.
Para contar la historia reciente de los botelloneros hay que conocer la preexistencia de los petaqueros, que había dos clases:
- Gente pudiente con petaca de plata que no se resistía a que le pudriesen la fiesta con vulgares garrafones por lo que llevaba su cantimplora con güisquito o brandi de etiqueta; eran discretos y no daban el cante al camarero, se echaban por debajo de la mesa o iban a soplar al apartado.
- En los años 70 había un petaqueo económico que guardaba el envase de plástico del elixir bucal agotado y que rellenaba con cualquier etanol que hubiese por la casa, luego una cocacolita para tres y completada a cubalibre o calimocho de sábado a sábado.
En los años 80 de verbenas y fiestas de barrio gratuitas con masificación de peticionarios de bebidas en las barras de los bares y con una espera imposible y desesperante, propició el negocio de vendedores ambulantes de litros de cerveza fresca en hielo a 100 pesetas y licor de absenta 60º en caliente a 60 pesetas el chupito, con gran aceptación, lograron otro fenómeno social en la época cuando los consumidores lo bebían en corros de danzantes bebiendo lo que ellos llamaban litros y los periodistas dieron en llamar litronas. (Explosiva era la mezcla de la litrona de cerveza con chorrito de absenta, la resaca descomunal y eso que se bailaba hasta el agotamiento como depurativo).
Ni que decir de la bondad del botijo de rebujito de las casetas rocieras, para alivio rápido de la sed de concurrentes y visitantes, luego expandido a las ferias y romerías de Andalucía. Gran vaso rebosante de yelito y completado con Güisquito o Moriles con gaseosas dulzonas. Cachondeito más baratito y se alargaba la máraton fiestera.
Los indigentes o perroflauta (no se si a ellos les gusta el nombre, conociéndoles se la sudará una barbaridad) se lo montan de histórico con sus botellones o bric de tinto en las cercanías del supermercado y a veces no dejaban de dar envidia al paseante y al fatigado currante con la saliva espesa y la boca pastosa.
Culturalmente el botellón estaba sembrado. Sólo se necesitaba un inventor, y…surgieron a millares.
Consecuencia de la necesidad por los altos precios en Púb y discopáb se alimentó a mogollón el Botellón. Un fenómeno sin precedentes en sus consecuencias sociales.
A una tolerancia inicial comprensiva con las circunstancias que lo ocasionaban se llegó a convertir en imparable. Los ayuntamientos se vieron obligados a ofrecer servicios y vigilancia, a habilitar Botellódromos, a cortar el tráfico en calles para que la masa pudiese minimizar sus impactos.
Menudo invento el Botellón: buenas bebidas, buenas compañías, buen ambiente al mogollón, con su hielito y todo lo apetecible, como pimienta, sal para el méxican, rodajitas de limón para el gin o naranja para el destornillador, meaderos proximales y protección de los guindillas para que a nadie se le atragante el trago, servicios sanitarios alertados por si sienta mal el exceso o la complicación, autobuses nocturnos hasta altas horas para evitar la excusa para la conducción. Bien.
Cada generación tiene sus privilegios.
Envidia de puretilla: Chachi piruli, quién fuera más mocetón para ir al Botellón.
Tanta alegría sin dividendos no podía durar siempre. Hubo quejas vecinales, críticas sanitarias y protestas de los negocios varados. El fenómeno iba perdiendo fuelle, los jueves no reunía a más de 500 personas. Donde no había un botellódromo oficial o alejado de las viviendas se sabía que tocaba de nuevo a la prohibición, dispersión y a las concentraciones minoritarias... o a la sofisticación con buga tuneado en grandes aparcamientos y música superior. Y… en eso estamos.
Los bares próximos, no quieren que lo alejen a la periferia para no perder la espuela ni la zona de movida que podía emigrar a otros barrios.
Ha tenido efectos perniciosos en sitios a los que nunca debía haber llegado, a los pueblos pequeños. Fui a las fiestas y La plaza del pueblo estaba casi vacía, un grupo musical amenizando a 80 jubilados o maduritos que ganas les daban de pedir pasodobles y rumbas para ponerse a bailar.
Dónde están los jóvenes, pregunté a las 4 de la mañana.
- Están de botellón en las afueras de la localidad.
- Estos no llegan para hoy. El año es muy largo, todo se podría demorar cinco días.
El Son del Botellón
Una mañana radiante
Un apenado estudiante
Iba pensando impaciente
En fin-semana triunfante
Si encontrase un amor.
Entre otros caminantes
Se machacaba la mente
En conseguir vía urgente
Una novia complaciente
Que le aportase pasión.
Su intento desesperante
De ligar en los ambientes
Con insistencia constante
No era determinante
Para aplacar su vigor.
Como otros replicantes
Que estaban impacientes
Sin un sistema eficiente
El fracaso permanente
Aumentaba la picazón.
Ellas tan intransigentes
Con el aliento a alcohol
Si no bebes estás tímido
Si bebes un borrachín
Y no sujetan la líbido.
Cómo se apaga esta lumbre
Sin método ni costumbre
Ligo menos que gas noble
Que siempre está por la nube
Y no logra un apretón.
Esa mañana radiante
Vio un corro de indigentes
Y encontró la solución
Estos sí que son valientes,
Libertos e inteligentes.
Dijo el joven entre dientes
Viendo el botellón al frente
De trago y paso al siguiente
Mientras hablan prudentes
Con sensatez y visión.
Esto propongo a mi gente
Y este viernes o el siguiente
Organizo un botellón
Nos ponemos las botas
Tranquilos sin garrafón.
Un éxito sin precedentes
Fue de buena la función
Todos los comparecientes
Disfrutaron un montón
Y repitieron por siempre.
Como premio a la paciencia
El alumno persistente
Encontró al fin de amante
A una rubia muy caliente
Que parecía inaccesible
Antes de aquel botellón.
Sintiéndose tan radiante
Como guerrero triunfante
Con el viernes adelante
El sábado retozante
Nunca faltó a la llamada
Que le marcaba este son.
Ojalá que dure siempre
Esta cosa tan corriente
Tan barata y excelente
Dinámica y relajante
Y se disfruta un montón.
Voy a este buen botellón
Vale más que lo que cuesta
Con la amistad fraternal
No tienes que estar alerta
Con ambiente a mogollón
Es continua esta fiesta
Con hielo, sal y limón
Con pareja o sin pareja
Ritmo, ligue o diversión.
Nunca faltes tú
Nunca falto yo.
Sí, ya se sabe… ya se sabe que todos dicen ser El inventor del Botellón, pero en mi caso… en mi caso, lo mío… ¡Es la pura verdad!
El único.